Treinta años después de su muerte, el legendario piloto es el protagonista de una serie de Netflix. «Le Mag» estuvo en el rodaje, en Argentina.
El circuito Oscar y Juan Galvez se ha mantenido en su estado original del siglo pasado. Aquí, al sur de la aglomeración de Buenos Aires, algunos de los pilotos de F1 más ilustres de la historia – Fangio, Moss, Stewart, Piquet, Schumacher… – ganaron el Gran Premio de Argentina. Durante el año 2023, el lugar se convirtió en el corazón rugiente del rodaje de la serie Senna, que Netflix emite en Francia a partir del 29 de noviembre en seis episodios. Un panorama argentino para magnificar las hazañas en carrera del ídolo más alegórico del deporte brasileño desde Pelé, podría rozar el ultraje.
El showrunner y codirector Vicente Amorim lo explica: «Es uno de los pocos circuitos de Fórmula 1 que no ha sufrido modificaciones importantes en los últimos treinta años. Su arquitectura y el trazado de las pistas se parecen a lo que necesitábamos reproducir.»
«Reconstruir una época»
Gracias a los efectos especiales y al meticuloso trabajo de reconstrucción, el espectador se imagina en Silverstone, Suzuka o Spa-Francorchamps. En cuanto al famoso Gran Premio de Mónaco de 1984, disputado bajo una lluvia apocalíptica, que reveló la intrepidez de un Senna novato en F1, fue recreado en un aeropuerto abandonado de Montevideo, Uruguay, en un día de sol brillante.
Un día en el backstage del circuito Oscar y Juan Galvez permite un viaje vintage a la década de 1984-94 atravesada por un joven Ayrton Senna, piloto impetuoso convertido en gran señor del volante. En los paddocks, se cruzan decenas de extras vestidos como mecánicos de McLaren o Lotus.
Otros llevan la camisa reglamentaria de los comisarios de pista de la FIA o el mono de los bomberos listos para intervenir. No falta ni un botón ni una pegatina. «Se trata de reconstruir una época», explica Cristina Kangussu, la jefa de vestuario, en un hangar lleno de percheros. Gracias a la información proporcionada por el clan Senna, parte interesada en el proyecto, ha recreado el vestuario civil del campeón.
El verdadero desafío eran los monos y los cascos, los suyos y los de sus adversarios, cuyo diseño cambiaba cada año. «Tuvimos que investigar, consultar a especialistas de la F1 de aquellos años. No se podía cometer ningún error para no chocar con los fanáticos de la disciplina.» No se podía permitir que un logotipo de una tabacalera del año equivocado apareciera en el pecho derecho de Gabriel Leone, el brasileño que interpreta el papel principal. O que se equivocaran con el casco amarillo característico de Senna.
«Nuestra intención es que los pilotos parezcan superhéroes.» Con esta declaración de intenciones, Cristina Kangussu indica que la ilusión debe ser total. El principio se aplica igualmente a los veinte coches utilizados para la serie, principalmente F1, pero también Formula Ford y F3, todos fabricados bajo la supervisión del veterano argentino Tulio Crespi, amigo de Juan Manuel Fangio. La precisión de las líneas, el tamaño de los alerones, las dimensiones de los neumáticos, los colores de las carrocerías, aquí también, la veracidad técnica debía ser irreprochable.
La velocidad máxima de estas réplicas ronda los 150 km/h. A veces, siete de ellas competían en la pista alrededor del coche-cámara desde donde el operador filmaba a ras de suelo. Todos eran conducidos por experimentados pilotos sudamericanos, incluyendo a los hijos de Crespi, Luciano y Matias, dobles de Gabriel Leone y del franco-americano Matt Mella, quien interpreta a Alain Prost.
Acercarse a las sensaciones de los pilotos
«Por razones de seguridad y verosimilitud, estaba claro que los actores no podían conducir», señala Vicente Amorim. Además, 98 coches fueron reproducidos por un estudio de producción virtual de São Paulo. Esto es porque una parte esencial de la filmación de las escenas puramente deportivas se realizó lejos de los circuitos, frente a una pared de pantallas de última generación donde se proyectaban imágenes de carreras recreando la realidad.
Filmados en primer plano, los actores-pilotos se situaban en una plataforma móvil que reproducía el efecto de las vibraciones, las curvas, las aceleraciones, etc. Vicente Amorim: «Este dispositivo libera su creatividad. Todo lo que ven corresponde a lo que está sucediendo en la escena. Un coche surge detrás de ellos, quiere adelantarles… Se meten completamente en la piel de los pilotos y viven toda la intensidad del momento. Se trata de acercarse lo más posible a sus sensaciones.»
Así es como se descompuso, desde el interior del cockpit de su Williams, la secuencia del fatal accidente de Ayrton Senna el 1 de mayo de 1994 en la curva de Tamburello, en Imola.
Para dar credibilidad a este arduo trabajo de producción en el aspecto automovilístico del proyecto, se necesitaba un actor capaz de acercarse, al volante, a la implacable dureza del virtuoso brasileño y, en la vida, a su atractivo natural.
El actor se pone el casco y los guantes como lo hacía Senna
Para lograrlo, el carioca Gabriel Leone adoptó el acento paulista, comenzó a practicar karting, escuchó conversaciones telefónicas entre el piloto y sus seres queridos, interrogó a su hermana Viviane, se empapó de todos los libros y documentales dedicados a su modelo.
Aprendió a ponerse el casco y los guantes como lo hacía el triple campeón del mundo. «Todo este preparativo tenía un objetivo: que frente a la cámara pudiera sentir esa adrenalina, ese miedo, esa felicidad que alimentaban a Ayrton cuando corría a más de 300 km/h.»